Con nuestra
última proyección del ciclo “Estudiantes y barricadas”, pudimos ver la obra de
Antonioni con otra perspectiva, una que nos ayuda a armar una concepción sobre
su cine, diferenciando sus inicios y sus finales.
Miguelangelo
se aventura en las tomas aéreas alargadas e incipientes. No pierde el toque de
narrador paciente, lo notamos en la relación que establece Daria y Mark en el
sitio llamada Zabriskie Point: un desierto para revolcarse en la solida
inmensidad. Éste es el sitio crucial del filme, aquí se desarrolla la intensa
historia, se unen íntimamente para separarse en definitiva. Mark, tenía bien
marcado un destino, ella, una resignación a su vida condicional. A ella le toca
demostrarnos su disgusto por el capitalismo, cuando, desde su imaginación, destruye
el proyecto de su jefe; con Mark, es distinto, él estaba gobernado por su espíritu
de libertad y con gusto aceptaba la consecuencia, sabrá el realizador del filme
si Mark sabía de su final triste.
El
trasfondo –como en otros pasados filmes- es presentado para después desaparecer
con nuestros libertinos personajes. No se pierde la temática general, más bien,
se representa desde un ángulo muy personal, quizá indiferente, pero nuestros
personajes bien situados y conscientes de su contexto.
Antonioni
deshace lo que muy pocos cineastas cuidan: comentarios absurdos que sirven para
complementar un diálogo. Antonioni marca perfectamente su educación fílmica, a
pesar de la producción estadounidense del filme. Al final de la historia,
notamos unas secuencias extraordinarias, las explosiones hacedoras de objetos
voladores, me parecen fantásticas, no están fuera de lugar ni quitan
credibilidad al filme, más bien, nos vuelve a demostrar (Antonioni) su
perspicaz estética que se niega a abandonar. Son imágenes poderosas, remarcando
una toma asombrosa, es cuando hace estallar el televiso… ¡Sublime!
Y bien, con
este filme finaliza el ciclo, hemos de mirarnos en próximas proyecciones y degustaremos nuevos fotogramas.
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