jueves, 23 de agosto de 2012

El engañoso verano del 68





        El filme, algunos argumentaron, no daba mucho para hablar. La verdad es que tiene un trasfondo interesantísimo, al igual, la historia de la desaparecida Yugoslavia.

        El filme nos colocaba en la época del año 1968, un año importante para los cambios sociales por todo el mundo. 


       La herramienta necesaria de Goran Paskalievic (el cineasta del filme), era mostrar la otra parte de un adolescente, a quien no le interesa –pero si le incumbe- el crucial hecho histórico del que formaba parte como ciudadano. El realizador nos muestra el cambio hormonal de un adolescente en busca de un amorío –porque eso resultó- en mujeres imposibles. Su abuelo, una figura importante para él, intenta trasmitir ese peculiar toque romántico desenvuelto por las mujeres, él muy torpe, fracasa en algunos intentos causando problemas graves al estricto de su padre. Éste último, un señor juez de alta actitud conservadora, se avergüenza de Petar (el hijo, nuestro protagonista), el juez argumentaba que era vergonzoso no poder educar a su  hijo se dedicaba a resolver los problemas ajenos. 




       La historia del filme, nos coloca a nosotros espectadores, en un lugar común. Una visitante a la proyección no hizo ver esa parte, la cual no habíamos tocado. Eso de la representación de la sociedad y sus dirigentes en una familia disfuncional: el padre, el dirigente de la sociedad; la madre, un ciudadano sumiso; la hija mediana, una joven concientizada a punto de encontrar su identidad; el hijo –Petar-, la total indiferencia de un ciudadano.






       En la sesión de comentarios, me percaté de la innecesaria actividad de comentar, el filme pareció una simple comedia. Para los comentaristas de permanencia voluntaria, les pareció, el trasfondo del filme, un tema interesantísimo y gigante. Al parecer, nos desviamos bastante de la temática principal, pero, me parece, es lo bueno de conversar: una cosa lleva a otra que tiene relación, y damos en la raíz. Tuvieron que cortarnos el diálogo, pues, ya era hora de la salida. 

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